Ana maría Domínguez Lara
Rosario Nebro Perujo
María Orellana León
Patricia Rodríguez Morilla
Laura Romero Acebes
Grupo 19
Asignatura: Currículum oculto en la escuela
DE LA DIGNIDAD DEL EMBRIÓN – 2º PARTE
El diálogo molecular madre - embrión
Los eventos que preceden a la implantación del embrión son:
Capacitación del espermatozoide.
Maduración del gameto femenino.
Reacción acrosomal.
Fusión de membranas.
Penetración del espermatozoide.
Desarrollo primario del embrión.
Una vez se haya constituido el cigoto, se comporta como un organismo abierto y distinto al organismo materno. La comunicación madre- embrión es reciproca, ya que el embrión desde el comienzo produce hormonas, citoninas y otras moléculas por las que mantienen el dialogo molecular, que no es más que un intercambio de materia, energía e información del sistema abierto de un organismo vivo. Éste es sensible a los condicionamientos metabólicos de la madre, especialmente a las variaciones de los niveles de glucosa. Es importante también tener en cuenta el intercambio hormonal temprano entre la madre y el embrión.
Las hormonas del ovario controlan el ciclo menstrual y a través de una serie de cambios bioquímicos y morfológicos preparan el útero para la implantación del blastocito.
Por otro lado, el embrión presenta un sistema abierto a las condiciones del medio en el que se está desarrollando.
Identidad inmunológica del embrión y tolerancia materna
El genoma es el fundamento de la propia identidad genética, todos los seres humanos tenemos un genoma propio y somos genotípicamente diferentes, pero la variabilidad viene definida por lo que llamamos polimorfismo, se establece así una identidad genética que permanecerá sin variar a lo largo de todo el periodo de la vida del nuevo ser, sólo hay alguna mutación puntual en la células de la línea germinal, que queda perpetuada en generaciones futuras. Una vez reconocido este organismo concebido, debe ser reconocido por la madre, puesto que una mitad pertenece a la dotación genética paterna y la madre lo tiene que reconocer como propio.
Gemelación monocigóticos en humanos
Salvo el caso de los gemelos, no existen dos seres humanos, con la misma dotación genética. Los gemelos pueden originarse a partir de dos cigotos, en cuyo caso se conocen como gemelos dicigóticos o fraternos, a partir de dos óvulos fecundados por dos espermatozoides, o pueden originarse también a partir de un solo óvulo fecundado por un espermatozoides, esto son los llamados monocigóticos que se dividen accidentalmente en dos durante las primeras fases de su desarrollo.
La principal diferencia entre uno y otro, es que los mellizos pueden ser del mismo o diferente sexo, en cambio los gemelos monocigóticos son siempre del mismo sexo, genéticamente idénticos y muy similares en aspectos físicos. Tres escenarios pueden considerarse en la formación de estos gemelos monocigóticos, en los que se afirma que existe un primer individuo y un segundo que se origina a partir del primero:
La causa de esta formación se ha buscado en la bioquímica, favorecida por bajos niveles de calcio.
Según el profesor Juan Ramón Lacadena, para la pregunta ¿cuándo empieza la vida humana?, afirma que ningún científico dudaría en responder en el momento de la fecundación, es decir, cuando de las realidades distintas, el ovulo y el espermatozoide, surge un tertium; una realidad nueva y distinta (el cigoto) con una potencialidad propia y autonomía genética, ya que aunque depende de la madre para subsistir su desarrollo se va a realizar de acuerdo con su propio programa genético.
Este nuevo organismo humano se encuentra en proceso de desarrollo epigenético en continua interacción, un continuo intercambio de materia, energía e información con el medio ambiente.
En los primeros días de gestación hasta la anidación en el útero, el intercambio tiene lugar en el seno del oviducto materno donde ha tenido lugar la fecundación, y a partir de la anidación, el intercambio con la madre se realiza mediante la placenta.
Como afirma Dianne Irving: la cuestión de cuándo un ser humano comienza su existencia es una cuestión estrechamente científica. En este tema uno de los mitos más repetidos es la confusión entre la vida humana y ser humano. Todas las células y tejidos de un individuo humano tienen vida, por lo que cada una tiene independencia, y cada una de ellas puede ser cultivada in vitro y son humanas en cuanto a que poseen el genoma humano completo, pero no son un organismo humano que lo constituye como ser dotado de una unidad primaria independiente.
Otro de los mitos es la consideración del embrión como un amasijo o conjunto de células indiferenciadas, además del uso del término preembrión.
La filosofía procesual como instrumento para el estudio del embrión
Podemos describir organismo vivo como una unidad de estructuras y funciones integradas que en sus diferentes actuaciones como nutrición, crecimiento y reproducción, tiende a mantener esa estructura.
En todo organismo vivo encontramos una sucesión de fases que constituyen su ciclo vital. Desde que sembramos la semilla hasta la planta adulta, o desde la eclosión del huevo de un insecto pasando por diferentes estadios.
Desde el punto de vista ontológico podemos preguntarnos cuál es la relación de una fase del ciclo vital con respecto a otra fase anterior o posterior del mismo ciclo. Esta distinción sería en tal caso el que la larva nacida de este huevo no sería una mariposa, sino una mariposa en potencia.
Mediante esta distinción de ser en potencia o en acto llego a la negación del devenir y el movimiento.
Toda célula no puede entenderse además sino como una sucesión de fases de su ciclo vital. Desde de filosofía procesual la categoría fundamental para la comprensión de un organismo vivo no es la substancia lo que subyace de los cambios, sino la fluencia, es decir, lo resultante, lo que va apareciendo tras los cambios continuos sin solución de continuidad.
Zubiri no lo explica con mayor claridad: en el ser vivo, por el contrario, ser sujeto significa estar por encima del cambio y de las acciones, dominarlas internamente por orientación. El viviente no permanece a pesar del cambio, sino que cambia para poder seguir siendo el que es. Para éste la naturaleza mineral no sería una naturaleza sub-tante y el ser vivo sería la naturaleza supra-stante.
Debemos definir a la célula y en general a todo organismo vivo como un proceso.
El cigoto no es pues, un ser humano en potencia, sino un organismo humano en la primera fase de su ciclo vital. Igual podemos decir del embrión. En cada momento del desarrollo, del proceso, se da el organismo humano completo, recordemos las palabras del informe Warnock: una vez que el proceso de desarrollo ha comenzado no existe un estado particular del mismo más importante que otro; todos forman parte del proceso.
Individualidad del embrión humano
Clifford Grobstein afirma que el embrión temprano carece de unicidad (ser un genoma único irrepetible) y de unidad, realidad positiva que le distingue de toda otra realidad.
Ferrater Mora dice que el individuo es algo indiviso pero no necesariamente indivisible. Si el individuo se define como indivisible, no se podría hablar jamás de un individuo material, porque cada ser material es cuantitativamente extenso, y lo extenso es por definición divisible. En los seres vivos acontece que toda célula es individua y sin embargo, toda célula es divisible, luego un individuo puede ser divisible.
Cuál es el principio de individuación de cada uno de los gemelos monocigóticos o en otras palabras qué constituye a cada unos de los hermanos gemelos como un ente singular, puesto que comparten el mismo genoma único e irrepetible y, por tanto no tendría sentido acudir al genoma como principio de individuación. El principio de individuación está en la forma, y si la forma es entendida como una causa (final o eficiente, o las dos a la vez) entonces podemos decir que el despliegue de una forma no será sino la explicación causal del individuo. La traducción a la Biología actual de este pensamiento aristotélico sería que el principio de individuación en cada uno de los gemelos monocigóticos sería el despliegue del desarrollo epigenético de su genoma.
Lo individual se funda en el sí mismo; la entidad individual existe como tal irreductiblemente, no necesita ningún principio de individuación, excepto su propia entidad o los principios intrínsecos de que consta su entidad.
Zubiri hace una distinción entre singularidad e individualidad. Toda individualidad por ser una unidad internamente determinada es irrepetible, sin embargo las singularidades son numéricamente repetibles; los gemelos monocigóticos en cuanto a su constitución genotípica son singulares y repetibles en cuanto que puede existir otro individuo con el mismo genoma. Sin embargo, cada uno de los gemelos es una individualidad por ser una unidad, una totalidad subsistente.
En cualquier momento el embrión es individuo y si es repetible numéricamente cada una de las singularidades poseerá su individualidad, pues no se necesita ningún principio de individuación distinto a su unidad internamente determinada e irrepetible.
Según Aristóteles la formación del nuevo ser tiene lugar por la fusión del semen y la sangre menstrual, proceso de formación del feto que finaliza a los 40 días para el varón y los 90 días para la mujer. El alma es el principio vital del ser humano. La única forma substancial del cuerpo. El hombre es un compuesto de materia y forma y, por tanto, sólo puede haber una forma substancial, porque de lo contrario no habría un solo ser.
En nuestra cultura occidental manejamos tres conjuntos de modelos explicativos de la vida: el modelo materialista, monista: que viene a decirnos que los seres vivos no son más que máquinas y que los fenómenos vitales son explicables y reducibles en términos físicos-químicos. El modelo vitalista, que defiende que los seres vivos, y solamente ellos, son explicables mediante un principio explicativo último que es el principio vital, modelo esencialmente dualista. Y el modelo emergentista, proclamado por todas las teorías que sostienen que a lo largo de la evolución han ido apareciendo sistemas dotados de propiedades emergentes irreductibles.
Los seres humanos nos caracterizamos por el afán de comprendernos a nosotros mismos. Persiste siempre en nosotros a través de todos los tiempos y de todas las culturas el imperativo socrático. “conócete a ti mismo”. Somos seres humanos capaces de comunicar nuestros sentimientos, de amar y de odiar, de abstraer conceptos, de conjugar nuestros pensamientos y articular un lenguaje, de sentir la belleza y comunicarla a través de las más variadas expresiones simbólicas y artísticas. Somos materia y que somos espíritu, nos comprendemos desde una visión dualística de la realidad. Este dualismo lo expresamos en múltiples binomios como: materia-espíritu, cuerpo-alma y cerebro-mente.
Se llega al consenso de que el embrión temprano es un individuo, pues como tal es individuo en sí mismo y además único.
Tarantino afirma que el concepto de persona se mueve en tres ámbitos diversos: el filosófico, el jurídico y el político, éste propone establecer en primer lugar el estatuto biológico y a continuación interrogar a los filósofos, juristas y políticos.
Javier Gafo en su obra Bioética Teológica, tratando el aborto se enfrenta al problema de la consideración del embrión como persona en sus primeras fases de desarrollo, parte de tres hechos que son:
Se trata de un ser vivo, un organismo vivo
Es biológicamente humano
Posee, en principio la capacidad de dar origen a un recién nacido al que
se le atribuye un derecho básico a la vida.
También plantea las dificultades, que se pueden resumir a continuación:
referirse a él como individuo y consecuentemente como persona.
genética del cigoto no es completa y necesita para su desarrollo de la información extragenética. La actividad cerebral es necesaria para poder manifestar las capacidades personales y como no está dotado de actividad cerebral alguna, no debe ser considerado como persona.
a su plenitud desde las relaciones que establecen con el organismo aquellas personas que lo rodean.
espontáneos en las primeras fases del embarazo.
Según Engelhardt la relación con la madre es la que los socializa y los califica como persona. Por lo que el embrión para Engelhardt no es persona.
Estatuto ético del embrión humano
El estatuto ético o moral del embrión dependerá del estatuto ontológico, que significa: (Razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega).
Es decir, dependiendo de lo que consideremos que es fundamentalmente un embrión humano se deducirá el deber ser de nuestra valoración, consideración, respeto y comportamiento respecto al mismo.
Podemos afirmar que el ser humano, desde el cigoto al adulto, es un ser dotado de dignidad y que debe ser respetado como persona humana.
Si definimos “dignidad”, etimológicamente nos encontramos dos campos semánticos, en sentido antológico, la dignidad la referimos a superioridad o rango, y en el sentido ético se refiere a conceder honor a alguien por un valor reconocido, en este caso, porque desde que es un embrión ya es persona humana, por lo tanto digno.
La dignidad es una categoría ontológica. Todo ser humano, por el hecho de ser humano, está dotado de la misma dignidad y su valor es superior a los demás seres del universo.
La dignidad del ser humano, le viene por el hecho de ser un ser racional, lo que da a su existencia un valor absoluto. Reconocer la dignidad de la persona es reconocer sus derechos.
La vulnerabilidad y fragilidad del embrión
A diferencia de otros animales, el ser humano nace completamente desvalido, y necesita de protección tanto en el seno materno como en la lactancia, infancia, adolescencia y primera juventud; de ahí la trascendencia de la primera acogida cariñosa para ir forjando su personalidad, el ser humano necesita siempre del otro, aunque le incumbe la tarea de ir perfilando y tallando su propia personalidad, he aquí la gran paradoja, algunos han querido definir al ser humano por su autonomía y sin embargo advertimos que gran parte de la vida humana es esencialmente dependiente de otros humanos.
Es importante la educación de la sensibilidad para apreciar el valor de la vida humana en su mayor grado de vulnerabilidad.
El embrión clama por su existencia, llama desde su fragilidad, invalidez, y vulnerabilidad a su madre, a su progenitor, a su familia y a la sociedad humana. La respuesta no puede ser otra que la de la responsabilidad personal, familiar y social. Responsabilidad que tiene que ser sin límites.
En la filosofía de Emmanuel Lèvinas “no soy responsable solamente de mis actos y de la consecuencia o consecuencias de los mismos, sino responsable del Otro, de su existencia, de su conservación del ser, de su desarrollo como ser humano”, la responsabilidad ante la vida, humana gestante no le incumbe solamente a la madre sino también a toda la sociedad.
Es por esto que defendiendo al embrión, la sociedad protege a todo el hombre que reconoce en este pequeño ser sin defensa lo que él fue al comienzo de su existencia.